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¿Estamos ante la seguridad de que el teletrabajo es más productivo?

De poder salir de esta situación pandémica, ¿podemos afirmar que mantendremos, sin lugar a dudas el teletrabajo?

Cualquiera que se hiciera estas preguntas, la respuesta inmediata sería: …” pues depende de la actividad productiva”, y ciertamente, así sería.

Leí hace unos días a John Muller, periodista chileno, y hacía un comentario acerca del impacto que tiene el teletrabajo en lo que denomina, “economía de la aglomeración”. Se refería, no solo a la ganancia de la productividad que obtienen las empresas cuando están cerca unas de otras, sino que también tenía incidencia, el que los trabajadores no puedan verse cara a cara y aprovechar esos intervalos de descanso para charlar y mantener una relación en los espacios laborales.

 

Ventajas e inconvenientes del teletrabajo

Está claro que el teletrabajo tiene ventajas e inconvenientes, entre las ventajas cabe resaltar el ahorro de tiempo en los desplazamientos, pero si analizamos nuestra actividad profesional de Trabajo Social, no tenemos otro camino que ponerlo en relación con las personas. Y… nos estamos perdiendo:

  •  El calor humano que desprenden sus miradas
  •  El sentimiento que se deduce de su gestualidad
  •  La intensidad en el establecimiento de la relación de confianza
  • Y a veces…el roce.

Estos aspectos y muchos más, han de ser recíprocos, por lo que nosotras nos los perdemos, pero también se los estamos privando a las personas.

Toda esta situación, nos lleva a incidir en otro punto de reflexión, compartido plenamente con el criterio expuesto por el Consejo General de Trabajo Social, expresado en el Dictamen de la Comisión Deontológica, (02.21):

 

¿Se puede hacer un Diagnóstico Social tras entrevistas telefónicas?

Nosotras consideramos que NO. Para llegar a un inequívoco Diagnóstico Social y por tanto eficaz y ajustado Plan de Intervención Social, es imprescindible la atención directa profesional, como el inexcusable instrumento de acción que conlleva la plena participación de las personas.

Y si estas consideraciones se efectúan sobre las personas y nuestro proceder deontológico, pensemos en otras relaciones, que con carácter empresarial nos compete realizar desde la profesión libre: la venta de nuestros servicios. Ya es difícil vender un intangible, pero si además lo tenemos que transmitir sin presencia, las dificultades aumentan e inciden sobremanera en la persuasión, en la argumentación y, por tanto, en la generación de confianza.   Estos aditivos son fundamentales para la gestión empresarial.

Volvamos a nuestro ayer si es posible, quedémonos con todo lo que hemos avanzado en las tecnologías de la comunicación, pero sigamos dando preferencia a la relación humana y personal, que como técnica y respeto a nuestros principios éticos, es un valor insustituible que define el Trabajo Social.

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